Novela de clase 3ºB 2017-2018

 

Primer capítulo, por María Molina

Capítulo primero

 

El segundo capítulo de la novela nos lo ofrece Emma Texeira:

 10916153

Después de unos días, intentando recordar que había pasado, seguía sin saber nada. Todo lo que pensaba, al cabo de un rato desaparecía fugazmente, porque me parecía imposible. Podía recordar pocas cosas, detalles insignificantes sucedidos o eso creo antes del extraño accidente; por ejemplo, recordaba cómo aquella mañana me había despertado con aquel sonido tan angelical de mi querido despertador, y también recordaba el sonido de mi moto al arrancar,  como cada mañana, pero eso era todo.

A parte de esto no podía hacer gran cosa, en la habitación, silenciosa y no demasiado luminosa, lo único productivo que podía hacer era mirar al techo mientras mis pensamientos me colapsaban…

Decidí tumbarme, no tenía sueño pero no había nada más interesante que hacer, así que intenté dormirme. Notaba cómo mis ojos poco a poco se iban cansando, no me aguantaba ni yo .

Un chirrido, un golpe, mi cabeza empezó a funcionar, mis párpados aún pegados, notaron  la presencia de alguien, el corazón me iba a salir por la garganta; no sabía lo que hacer, dejé de notar la presencia, aunque no me atrevía a abrir los ojos. Otro chirrido y por fin, silencio total; no sabía qué era peor, si ese silencio ya que volvía a estar encerrado, o la sensación de tener a alguien cerca de mí.

Por fin, abro los ojos; encuentro todo como estaba, por desgracia, mi mente funciona aunque gracias a la tensión y emoción mi cuerpo sigue sin poder moverse, consigo que este reaccione y me pongo de pie, diviso la habitación, solo oigo silencio.

Miro extrañado al suelo de la puerta. ¿Un cuaderno ? ¿ Un bolígrafo ? ¿Qué hace esto aquí? Lo cojo con el corazón acelerado aún, e intentando no hacer ruido, me dirijo a la mesa que hay en la habitación, me siento en la incómoda silla en la que me había pasado horas meditando sobre lo que había ocurrido. Abro la libreta, mis pulsaciones se incrementan con cada hoja que paso, hasta que en una de ellas, hay unos números escritos : “ 10916153”.

Después de esto, me quedo paralizado, pensando y esperando a tener una respuesta coherente para estos números . No dejo de pensar  porque pueden ser demasiadas cosas: una fecha, una localización,  un número de teléfono .

Empiezo a apuntar todo en el cuaderno,  me agota pensar que además de intentar saber por qué estoy aquí, tengo que saber el significado de esos números.

¿ Tendrán algo que ver los números con mi disparo ?

/eZ/

TERCER CAPÍTULO

Por Miguel Aréjula

No sé qué hora será pero supongo que ya es de noche, ya he bostezado unas cuantas veces, así que me voy a ir a la cama y ya mañana seguiré pensando cómo salir. Me estaba tapando con la única manta raída que tenía en esa oscura habitación, cuando de repente se me vino a la mente una imagen de mi madre sentada en su mecedora mirando el bosque al lado de nuestra casa de Eagle un pequeño pueblo del estado de Wisconsin.

Por lástima este pensamiento no me ha durado mucho, he levantado la cabeza un momento y veo la puerta abierta, un hombre está delante. No consigo verle la cara, solo veo una silueta de un hombre, corpulento, un metro ochenta de alto y de hombros muy anchos. Supongo que vendrá a hacerme algo, a decirme algo, a torturarme, a contarme un chiste, quién sabe, la verdad. Pero rápidamente se me borra esa pequeña sonrisa, se acerca, poco a poco, paso a paso, parece que esté a cincuenta metros pero por fin llega, se agacha y deja dos llaves en el suelo. El hombre con su mano derecha hace un movimiento para que escoja una, derecha o izquierda pienso. En la de la izquierda pone «Puerta trasera» y en la otra «Puerta lateral». Pasan unos minutos hasta que decido. Escojo la de la derecha; se levanta y me señala la única puerta que hay en la habitación. Seguimos por un largo y oscuro pasillo, no sé dónde está el hombre pero sí que noto su tenue respiración. Al fin llegamos a una bifurcación del pasillo; dos puertas, distintos colores y tamaños, en un cartel pone «Peligro» y en la otra «Salida». Me dirijo a la de la derecha y el hombre me da la llave que he elegido, la introduzco, la giro y se escucha el ruido del mecanismo. La puerta se abre, miro hacia atrás en busca del señor, ni rastro de él.

Salgo por la puerta y me encuentro mi móvil, mi cartera y mis llaves; desbloqueo el móvil y miro la fecha y hora: 11:45 del 29 de febrero; ¿cómo puede ser veintinueve de febrero?, este año no tocaba, no es bisiesto. Abro el calendario y veo que estoy en 2028; diez años he pasado ahí metido. Tras un tiempo abro google maps y veo que me encuentro en Kansas City, lo siguiente que hago es escribir los números que encontré, 10916153 y aparece un punto en el mapa cerca de mi casa de Eagle. Pienso en qué puede ser, intento recordarlo pero no se me ocurra nada. Solo me queda el vacío que siento en mí, el no saber qué voy a encontrarme cuando llegue a mi casa. ¿Seguirá viviendo allí mi familia? ¿Seguiré estando yo mismo?

CAPÍTULO CUARTO

Por Ana María Blázquez

Aetcâl

Fui a la dirección 10916153. Ante mí se encontraba una imponente casa. Tras pasar unas horas observando el edificio y los alrededores, llegué a la siguiente conclusión: “no hay cámaras, el barrio es muy tranquilo y los vecinos de las casas de al lado no están. Tengo que entrar”. Así que eso hice. Salí de mi escondite, crucé la calle y entré en el edificio.

Cualquiera podría notar que algo raro ocurría en su interior, pero no me detuve. La casa parecía acogedora, aunque no había fotos de sus habitantes ni nada decorativo. Todo era demasiado correcto. Un pasillo muy alargado. En la izquierda la cocina y el baño. En la parte derecha dos habitaciones. Al fondo una puerta que, según mi intuición, me llevaría al salón. Mi gran sorpresa llegó cuando al abrir esta última puerta me encuentro con la entrada a otro universo. Pensé que me había encontrado con Narnia, pero no. Eso estaba dentro de un armario. En ese lugar había muchos seres realizando ejercicios aeróbicos, volando e incluso lanzando luces de colores desde unos bastones. Uno de ellos, mejor dicho, una mujer de mi estatura se giró, me sonrió y se acercó a mí.

La chica dijo que se llamaba Andrea. No le hice mucho caso al principio porque pensaba que yo tenía alucinaciones y lo que estaba viendo ante mí no tenía ningún sentido. Gente voladora, unos señores que parecían magos, guerreros, etc. La muchacha se percató de mi trance y chasqueó los dedos delante de mis ojos. Con un poco de vergüenza me giré y pidiéndole disculpas por mi falta de atención le pedí que volviera a explicarme las cosas.

Andrea sonrió y me pasó una botella de agua. No me di cuenta que mientras estaba sumido en mis pensamientos ella dijo: “ya era hora de que llegaras.”

Después de refrescarme comencé a sentirme mal. Empecé a marearme, me desmayé y cuando volvía a abrir mis ojos todo me resultaba familiar. Mi mente volvía a funcionar en su totalidad y ya recordaba todo. Había tomado una poción restauradora.

Andrea es mi media mitad. Tengo el poder de la duplicación, teletransporte y metamorfismo, entre otros que aún no he descubierto. No soy el único con habilidades especiales y por eso todos aprendemos a utilizar estos poderes en este refugio.

La casa se mantiene porque está dentro de una abertura atemporal que nos permite viajar a cualquier lugar del pasado. Este lugar se llama Aetcâl.

Todos nosotros nos entrenamos para poder derrocar a Arnold, un ser como nosotros que quiere matarnos. No sabemos aún su motivo, pero fue el que me disparó. Ese cinco de abril manifesté gran cantidad de poder con el descubrimiento del teletransporte. Arnold, conocido como el RASTREADOR, me encontró, me disparó y encerró. En el momento del disparo pude salvar a Andrea, mi réplica, que se refugió en Eagle y esperó el momento adecuado para rescatarme.

El mago Erneo se acerca corriendo a nosotros y nos dirigimos a él para saludarle. Este hombre de mirada soñadora es la persona que nos salvó cuando éramos pequeños. Nos llevo con la familia Willham, quienes nos cuidaron con cariño y dulzura hasta el día que me dispararon. La policía me dio por muerto y Andrea no pudo regresar con ellos.

A escasos dos metros del mago escuchamos que venía gritando que huyéramos. Justo en ese momento escuchamos un fuerte estruendo proveniente de la casa.

Arnold había llegado.